jueves, 26 de abril de 2012

La vida íntima de Gregorio Samsa (Las Transformaciones) de Carlos Calderón Fajardo El círculo de mutaciones. Por: Gonzalo Valdivia Dávila.



Nadie en Lima, Perú puede escapar a hacer de la palabra “cholo” parte de su léxico y cultura, referente para una sociedad que observa e interpreta al otro en función de rasgos físicos o  pigmentos,  motivo de risa, solidaridad, burla, ofensa o identificación.  Sin embargo, esta condición biológica, pocas veces ha sido leída en nuestras letras como motivo de autocrítica, distancia respecto de uno mismo  u obsesión para generar un cambio en el rol que concede la rígida sociedad peruana.
La nouvelle del escritor peruano Carlos Calderón Fajardo (Puno, 1946), filósofo y a  la vez sociólogo; “La vida íntima de Gregorio Samsa (Las Transformaciones)”; publicada en julio de 2011 por la Editorial Altazor, en su colección Rescatando a los Clásicos, concretamente el volumen consagrado a Kafka; nos habla de un nuevo cholo, occidentalizado desde dentro por el dominio del idioma alemán que le permite apropiarse de la cultura germana, consciente de su fealdad, agravada por la deformidad desde niño, que le brindó la complexión física similar a una cucaracha o un escarabajo; será ocasión de repensar la choledad, el lugar del indio en nuestras letras peruanas e incluso la mirada que tenemos sobre el otro, tradicionalmente entendido como “colonizado”, antes de que la ciudadanía asuma la masificación y difusión del conocimiento en la aldea global como fenómeno de nuestro tiempo.
El cholo que adopta el alias de Gregorio Samsa en este relato difiere de los cholos de la Narrativa peruana y a la vez los revisa para afianzar no un súper hombre Nietzscheano, sino un súper cholo camaleónico. Este indio transformista no es como el Paco Yunque de César Vallejo, abatido e incapaz de usar su inteligencia en provecho propio; sino más bien un ser que comparte el  padecimiento del bullying escolar en el Liceo Alemán y en el barrio de provincia, porque su fealdad agrede a sus victimarios; tampoco es un cholo lírico, puro, etéreo ni idealizado como los indios de Arguedas, capaces de creer en una única verdad más allá de su sufrimiento, la cosmovisión andina; pues Gregorio o Gregor cuando comienza a despigmentarse con el dermatólogo y teñirse el pelo, no cree en ninguna verdad, solo en la oportunidad del éxito y el liderazgo en tanto revancha respecto de su odiada familia.
El Gregorio Samsa de Carlos Calderón Fajardo es un cholo desclasado, que cambia en su ser, por aislarse en una burbuja, el alemán, hasta que decide aprender el español para la carrera política que lo llevará a presidente de la república. Este personaje no es como el cholo invasor, peligroso, surquillano que amenaza Miraflores en el cuento “El próximo mes me nivelo” de Julio Ramón Ribeyro; pues su físico no representa una amenaza para el criollo de la urbe. A pesar de sus cambios en color, no abandonará su débil y patética complexión muscular, la que se llenará de pústulas blancas, conforme su organismo se desgasta por tantas mutaciones. Este cholo porta una sublevación más sutil, la sed de poder a costa de todos incluso de su propia memoria, la cual conserva gracias a la ayuda de su esposa, narradora en segunda persona de la historia, receptora del pasado de Gregorio y testigo de sus definitivas transformaciones.
Cuántas veces hemos pensado en el cholo de la ciudad, “mutante”, aquel impostor que ni  él mismo cree su máscara, que puede asumir posiciones extremas desde la de un catedrático déspota de universidad hasta el faite que destroza el castellano, estimulado por la aureola de viveza que le confiere la cultura popular latinoamericana, reforzada por su achoramiento. En efecto, Gregorio pasa de la clase social C a la A, en un gracioso pero significativo juego semántico donde estas letras significan el cholo marginado, despreciado, incapaz de irradiar confianza, y el alemán de negocios y político, símbolo del prestigio y aspiración de una colectividad que ya eligió el biotipo que desea asimilar, así sea desde el camuflaje e imitación.
Es en el pase a la figura alemana, desde el color, más que la forma, pues carece de un cuerpo atlético que recuerde a un bárbaro teutón, que Gregorio logra el poder en la sociedad que entroniza la pigmentocracia. Su contacto con la mafia, llega por imágenes de un sicario, contratado por él en su pasado para desaparecer enemigos, quien está a punto de ser apresado por la policía. Justamente el asesino que le chantajea es hijo de otra raza marginada, un negro con cara de insecto, un ser que no pudo cambiar pero fue ejecutor y compensación de la carencia de vigor físico y base para el respeto, que el enfermizo Gregorio necesitaba.
La nouvelle juega con el guiño del comentario metaliterario, pues el cholo mutante Gregorio es lector de Kafka, inspirado por el personaje Gregorio Samsa, de quien hace un arquetipo del control social, devolviendo el odio a la sociedad que le martilló en los oídos ser feo, como una reacción que brindará frustración a sus enemigos, desprovistos de la facultad de cambiar de posición en un mundo que les configuró posiciones fijas y rígidas. Los padres y hermanas de Gregorio temen el salto hacia atrás genético, pues son una familia criolla que atestigua su regresión al modelo vinculado al fracaso y atraso en el país.
Desde Ovidio en sus Metamorfosis, hemos visto que las mutaciones requerían de la acción de un dios, como Baco convirtiendo a los marineros que lo capturaron en delfines, pero aquí Gregorio es el agente de su transformación, un hombre inconforme con su imagen, destinado a calcularla, pensarla y cambiarla.
Los lectores están invitados a fascinarse con este personaje larvado, apocado por afuera pero consumido por una inmensa ambición de poder, desde lo más hondo de su espíritu; un cholo que no olvida ni perdona, como el yo lírico de la canción “Cholo soy y no me compadezcas” de Abanto Morales, pero lo más importante un nuevo arquetipo del indio de éxito que nos hará ver con más suspicacia a ese otro ignorado de los medios con quien nos topamos en cada esquina el día a día.