Poemario excelentemente estructurado; es su mérito primero, mas no el único. Y por lo menos dos poemas absolutamente logrados y para las antologías de poesía peruana de antes y de este siglo que ya se embala: “COMO EL VINO” y “Videamos en Fitzcarraldo”. Aparte de, por momentos de modo sutil y muy sugestivo, lograr la atmósfera gótica, el chorro de aguatinta… a Drácula mismo en compás de súbita toma de conciencia… Sin duda, creemos que, por fin --conocemos los versos de Pablo desde hace algún buen tiempo-- ha perfilado en piedralaventaelcielo su propia entraña como poeta. Ha dado con su propio hilo de Ariadna para llegar hasta el Minotauro que, obvio, son ambos dos hologramas de él mismo. La cuestión que sigue, tácito también, no es la más fácil… “temo el hacer que impone la lenta poesía”, nos dice Martín Adán, y muy lamentablemente --para los que han creído que el asunto va de otro modo-- acierta.
Mérito o socorro, muy particular, el encontrar nuestro hilo de Ariadna en el lugar de enunciación de la poesía de Pablo: América Latina, el Perú, Lima, la PUCP (¿todavía?), por lo general son lugares donde no se sabe leer poesía. O no se puede. O no se debe leer y sí dar paso y audiencia a los confundidos --discípulos y maestros-- de este, para colmo de males, tan mal remunerado mundo literario: “Toda nuestra oscuridad peruana/ Frente a sus ojos/ Inundan la sala/ Suben las gradas/ Anegan la noche en la azotea/ Con luciérnagas” (“Videamos en Fitzcarraldo”).
Pablo no es un auto-confundido, manipulado o patéticamente arrogante más; es un tipo que busca… y encuentra. Prueba de ello la da este estupendo poemario, garra negra a punto de atacarnos.
De piedralaventaelcielo (Lima: Paracaídas Editores, 2011)
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