sábado, 29 de diciembre de 2012

"Piedralaventanaelcielo" de Pablo Salazar-Calderón, por Miguel Ángel Sanz Chung.







¿Cómo penetrar en el espíritu de un libro que parece concebido con el propósito de dificultar esa tarea? ¿De qué herramientas podemos valernos para iniciar la disección, si la principal de todas, la palabra, parece aguardarnos como una trampa en vez de una solución? Hago esta última pregunta pensando en el título del libro. Me atrevería a afirmar, habiendo ya concluido la lectura del poemario, después de ponerlo de cabeza y hurgado en sus recovecos, que solo el autor podría dilucidar la secreta relación del nombre del libro con su propio cuerpo. Pero esta no es razón suficiente para abandonar la tarea, por supuesto, y en las líneas sucesivas intentaré trascender al menos la epidermis de este libro compuesto por tres secciones:

La Noticia Fantasma:  El primer poema nos recuerda lo increíble que es que la poesía pueda servir para hacer un “Altar” con  nuestras oscuridades, y que al volcar nuestros demonios transformados en versos que persiguen algún tipo de belleza, terminamos entronizando lo que fuera del poema solo sería deleznable.
La negrura es lo preeminente en esta primera sección. Las sombras de la conciencia aquí están relacionadas con la enfermedad  y las peores manifestaciones físicas de la podredumbre (como se puede ver en “La Mosca” que se posa sobre lo pútrido y en el poeta que  termina confundiendo con ella las esencias). Para mayor desgracia, como sucede en el poema “Cronos”, el tiempo mismo se halla en contra; no da una mínima tregua al sufrimiento, no deja librarse del rencor, no permite si quiera la autodestrucción definitiva.
¿Qué sería entonces la noticia fantasma? Quizá la pérdida de la humanidad, el desconocimiento de la propia naturaleza, la desintegración de la espiritualidad. Si los personajes son espectrales, los hechos no pueden existir.

Crayola Negra:   “Yute” parece ser un arte poética  o al menos funciona a la perfección como tal.  Este poema justificaría las elecciones estéticas plasmadas en el libro; o tal vez habría que decir “las renuncias estéticas”, para dar paso a la parquedad estilística.
El resto de los poemas de esta sección se dedican a la evocación de ciertos recuerdos, dejando la sensación de una nostalgia implícita. Se termina creando un espacio para el regodeo de nombrar algunos pasajes relacionados con el juego, el viaje y las personas a las que se les guarda afecto. Pero no todo es ternura, por supuesto, si algo nos queda claro tras la lectura de este grupo de textos es que también es desgarrador redescubrir lo que se encuentra en uno mismo cuando echamos luz sobre las partes más oscuras de nuestra conciencia, cuando revivimos las sensaciones primigenias, los primeros años de vida y la fragilidad de ese universo.

Como inquieta naturaleza revivida:   Otra vez la persistencia del recuerdo termina poblándolo todo. En “Como el vino”, parece sugerirse que el vuelco del poeta sobre el poema, la sangría desencadenada, debería crear el lugar necesario para la recomposición de los fragmentos que conforman el yo, o, al menos, para lograr la comunión con los seres amados.
Un elemento importante presente en varios poemas es la música, con su propio poder para motivar la remembranza y, seguramente, como telón de fondo de las imágenes o los sucesos evocados.
Hay que apuntar que no vemos mucha diferencia entre estas dos últimas secciones del libro. Pienso que podrían haber ido perfectamente unidas, ya que casi no hay distancia ni estética ni temática entre ellas. Puede que el deseo de estructurar el poemario de forma perfectamente equilibrada (recordemos que las tres secciones tienen prácticamente la misma cantidad de poemas) haya primado en la elección de su separación.



Qué duda cabe que piedralaventanaelcielo es un libro con una alta cuota de hermetismo y que el tono se materializa en una voz lacónica. Me queda la sensación como si el verdadero origen de cada poema se encontrase en un árbol frondoso y lleno de ramificaciones que el poeta se ha dedicado a podar hasta dar con bonsáis que a su parecer reflejan lo esencial. Solo un par de poemas podrían hacernos pensar algo distinto (“El abuelo colón” y “Pasó un poema”), pero no nos dejemos engañar por la ilusión, porque hasta en estos textos de apariencia más confesional hay una gran contención, un amago de locuacidad constantemente interrumpido.
Pueda haber un problema de contradicción en la propuesta del poemario. Es claro que en los poemas existe cierta nostalgia por la evocación de ciertas situaciones y de ciertos personajes, pero conexión que habría que lograr con el lector para completar el circuito de la comunicación, se ve complicada por el exceso de parquedad, por el ritmo entrecortado, por la melodía intermitente y, sobre todo, por la falta de elementos que puedan crear un contexto en el que el lector alcance la identificación o, si quiera, una mayor empatía.
Vuelvo ahora, para terminar, a la primera pregunta planteada al inicio de estos comentarios. La imposibilidad de penetrar en el espíritu del poemario se encuentra en el hecho de que, al contrario de lo enunciado en el poema “Como el vino”, no es en el papel donde el poeta se ha volcado, toda la sangre y las vísceras se han quedado fuera de él , por decisión propia, por una elección consciente o inconsciente, pero lo cierto es que lo entregado al lector es apenas la punta del iceberg que, al parecer, el poeta no está aún decidido a mostrar.
Hay momentos brillantes a lo largo del libro. Nos queda la curiosidad de saber qué otros momentos fueron los que quedaron fuera de él.

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