sábado, 29 de diciembre de 2012

Reseña y collage de comentarios sobre el libro "Piedralaventanaelcielo". Por: Rossina Valcárcel.

El novísimo poeta Pablo Salazar Calderón (París, 1978), hijo de madre médico ecuatoriana y padre escritor peruano, alguna vez afirmó que su arte nacía libremente y que su poesía lo salvaba de sí mismo. Él, viento en popa, indaga las imágenes que no ha percibido ni leído pero que siente en sí, aguardando forjarse, penetrando más allá de lo compasivo y lo ruin.
Terrado de Cuervos (Serie insular, Tranvía, Lima, 2008) ha llamado la atención. La joven poeta Andrea Cabel observa: El vértigo es la sensación que envuelve estos ocho textos reunidos bajo un fascinante epígrafe de Henri Michaux, el vértigo y la impotencia, el “apenas” que reina en todos los versos, y que hace que los poemas cuelguen y dejen al lector desencajado, ansiando hallar otro orden, otra fuerza, nos obligan a retomar la lectura y a no dejarnos llevar por una primera impresión. La intensidad no mana a primera vista, sino acorralando el curso de esta sensibilidad atormentada. Igualmente, la fuerza del desamparo se hace rotunda, sobre todo al reparar que existe sólo un personaje en el transcurso de los versos, sólo uno que se enfrenta a sí mismo, y que para ello, no maneja al amor ni a la pasión, sino a sus propias alas que son su propia imposibilidad. Del amor sólo poseemos una reminiscencia sutil de escenas y semillas frías. Así, la lectura nos reencuentra en este “casi” que nos incita hacia la impoluta sensación de estar solos y detenidos, atrapados en una resortera oscura, en una vida encarcelada en una autopista blanca (La siega, Lima, septiembre 2008).
El segundo libro de Pedro Salazar Calderón, nada convencional, piedralaventanaelcielo (Lima, paracaídas, 2011), es un libro breve, muy bien estructurado, que enuncia con expresión singular y que rastrea en sus proposiciones un ardiente modo de capturar lo real y sus circunstancias. El lector y lectora que se avecinen a estos versos podrán verificar que la praxis y/o experiencia, toda práctica humana, son susceptibles de transferirse hacia el filtro del arte, de la pasión, del hechizo de la palabra.
Lleva un significativo epígrafe del español Leopoldo María Panero (1948): Hoy las arañas me hacen cálidas señas desde/ Las esquinas de mi cuarto, y la luz titubea, / y empiezo a dudar que sea cierta/ la inmensa tragedia/ de la literatura.          







El poeta Vladimir Herrera cita los poemas “Yute” y “Viajabas”. Un aire de perfección formal y frescura nos trae la poesía de Pablo Salazar-Calderón Galliani cuando estábamos mal acostumbrándonos al ambiente enardecido de los versos sin mesura tal que sábanas desteñidas tan aplaudidos por algunos de mis contemporáneos (V.H., Laguna Brechtiana, 30 noviembre, 2011).





Miguel Ildefonso, poeta y crítico literario peruano, con ojo zahorí advierte que el autor agrupa poemas de disímiles temas como la naturaleza, el erotismo, las remembranzas herméticas, la memoria familiar, la no-identidad, el existencialismo, la urbe. Tal como la cohesión sonora, sinfónica, del título, los versos circulan en las páginas con una grácil música capaz de ordenar la esfera de una piedra con la esfera del cielo, a través de la ventana, que es imagen de la portada del libro (de Marcel Duchamp, 1920, francés nacionalizado estadounidense) y que es el umbral por donde nos mostramos a esta doble dimensión de la realidad, el temporal perentorio y el sublime de las eternas esferas. Vale enfatizar asimismo la forma proyectiva de los textos, como un conjunto de figuraciones y efectos en persistente expansión y contracción: el multiverso, la composición por campos. Aquí Ildefonso cita el denso y complejo poema: “Yute”. (C/f: Nido de palabras, 29 diciembre, 2011).
Poeta a contrapelo, nuestro autor emplea ironía y aspereza, pero también nos manda señales de sublimación y leve ternura. Él busca y encuentra. Veamos:
Las ratas juntan la arena de mi playa, / forman un cerrito negro con mis verdades. (p. 11).
Acaso por ello el inclasificable Henri Michaux (belga, nacionalizado francés, quien exploró los conceptos de límite y de frontera, para ir más lejos...), es un eje paradigmático en la poesía de Pablo.
Leamos un fragmento del texto “La mosca”, donde escapa, de alguna manera, de lo cotidiano:
El peso enfermo de mi cabeza/ gobierna la podredumbre de volar en este insecto/
La uña duerme/ la brisa es negra/ su vaivén devora mi angustia/ jadeo sudo enfebrezco muerdo/ me poso en tus hombros / te lamo la nuca… (p. 13).





Ha perfilado en piedralaventaelcielo su propia entraña como poeta. Ha dado con su propio hilo de Ariadna para llegar hasta el Minotauro que, obvio, son ambos dos hologramas de él mismo (01/10/11 Blog de Pedro Granados).





Pablo Salazar Calderón traza la ciudad o escribe sobre su ciudad interior que brota instantáneamente bajo la percepción del que ha asimilado la tradición, como sostiene con solidez el poeta compatriota Domingo De Ramos.





"Descubrir su excelente tono poético es una sorpresa: poesía que uno lo hermético y lo visual, el verso sencillo pero sugerente, y transmite sobre todo, una angustiada sensibilidad que nos eriza", dirá el poeta Elqui Burgos afincado en París.


Hay poemas donde palpamos la belleza surrealista como en “Videamos en Fitzcarraldo” y en “Pasó un poema”, que nos remite, en cierta forma, a la voz del agobiado francés Antonin Artaud, hechizado pero ya peruanizado para asombro de la nueva poesía peruana en proceso y afirmación.